martes, 1 de mayo de 2018

El arte del bordado en oro

El arte del bordado en oro nace de la necesidad espiritual del ser humano de decorar un tejido con diferentes puntos y materiales para enriquecer y realzar su belleza. 


En la actualidad es una actividad en desuso que sobrevive gracias al arte religioso. Gran parte de este arte se puede apreciar en nuestra Semana Santa, entre su patrimonio existen obras de incalculable valor, dignas de encontrarse en un museo.

El empleo de los hilos de oro y plata para bordar llegó a occidente a través de la ¨ruta de la seda¨ desde Asia. En época romana fueron muy populares entre las clases privilegiadas las prendas de seda bordadas en oro confeccionadas en Frigia, donde eran famosos por ser expertos artesanos.

Se cree que en Andalucía fueron los árabes quienes afianzaron este arte entre la civilización. En la Edad Media alcanzó su máximo esplendor, incluso llegó a organizar el gremio de artesanos bordadores.

Debido al carácter litúrgico que van adquiriendo, la creación de estas obras se limita en monasterios y otros lugares, guardando entre sus paredes los secretos del bordar en oro y transmitiendo a lo largo de los siglos.

A finales del siglo XIX y principios del siglo XX el bordado en oro revive de las manos de Juan Manuel Rodríguez Ojeda, dotándolo de una nueva personalidad que predomina hasta nuestros días. Paciencia, destreza y templanza son los elementos clave para realizar esta labor. 

El proceso consta de la creación del diseño del bordado en papel y su previo estudio de materiales y puntos que se vayan a realizar. La buena elección de los hilos de oro y los puntos que usaremos es crucial ya que de ello depende potencialmente el aspecto final de la obra. Crear un bordado no solo consiste en poseer una buena técnica, si no también en tener la imaginación para jugar con los elementos y llegar a efectos asombrosos. 


La siguiente labor es pasar uno a uno los motivos ornamentales que forman el diseño a fieltro y este coserlo a la tela que previamente hemos preparado en el bastidor.

Los hilos nunca pasan por el tejido, se sostienen sobre él siguiendo la línea del diseño y se sujetan a la tela con pequeñas puntadas de hilván con hilo segundario de algodón amarillo.

Tras la realización de todas las piezas se almidonan para evitar deformación y que se deshilachen, en el bastidor se prepara el tejido final donde se lucirá el bordado, y finalmente, se cose una a una todas las  piezas formando el diseño correcto y se remata con adornos y detalles de última hora.

Poder disfrutar del proceso de la creación de una obra de este calibre no tiene precio y por eso desde distintas hermandades se intenta acercar este maravilloso mundo, donde aprenden de la mano de bordadores especializados todos los entresijos de la técnica del antiguo arte del bordado en oro.

Texto: Cristo Muñoz Álvarez